Siempre que llega el día de antes es tarde para remediarlo, me suelo dar cuenta cuando ya me he metido en otro lio, de esos de los que te arrepientes todo el mes. Hoy es un día de antes, en los que convertiría todo en chocolate, le escupiría a la cara a más de unx y me restregaría contra cualquier animal de dos patas.
Los días de antes también me transformo en una llorona compulsiva y entonces si me saludas te puedo secuestrar durante toda la tarde delante de un café y cajas enormes de pañuelos de papel o montarte un pollo a la italiana y echarte una maldición, mientras yo lloro a moco tendido.
Las peores veces han sido cuando lo he combinado todo. Me levanto como una zombi y voy cargado dulces en las pastelerias que aparecen a mi paso, reviso la agenda y llamo a la persona menos apropiada para desayunar, uno de esos números que no me permito marcar durante el resto del mes. Después de un bote de nutella y de contarle mis penas le acabo metiendo mano, es entonces cuando me doy cuenta de que es un día de antes, seguro me pongo como una loca, y después de montarle un drama y escupirle mis mocos me sentaré a esperar, mañana seguro me viene la regla.
